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viva el rey, vival el mal gobierno


Los gritos de la turba de hace dos siglos iban lanza en ristre contra el mal gobierno aun cuando se sintiera firmemente española.


La moda hoy es bicentenaria, se anuncia con bombos y platillos, con címbalos y flautas que hace 200 años somos una república independiente; pocas veces se reúnen tantas mentiras en una frase tan corta, más allá de los largos debates (no por muy largos menos ciertos), sobre si lo que el 20 de julio de 1810 se levantó fue un verdadero movimiento de independencia, hoy es más triste ver nuestra esclavitud, no sólo porque no somos libres (eso lo sabemos), sino gracias a la razón por la cual no los somos ni hacemos nada para serlo.


La Colombia de hoy ama al rey, ama el mal gobierno y las cadenas que ciñen sus propias muñecas, ama a el látigo que le azota y se ofrece al cepo como sumisa oveja, demostrando con esto que la capacidad de rechazar el dolor de su pueblo no puede más que la bicentenaria ignorancia sembrada tesoneramente día con día por los que hoy también son simples mercachifles de almas.


Los últimos ocho años no han sido un tropiezo en el camino a la consolidación de una república soberana y si de historia se trata, la ignominia de los usurpadores de la bandera de la libertad debe ser juzgada y el crimen político del frente nacional no ha cesado de cometerse (ni antes ni después del golpe militar) por los nuevos herederos de una corona de papel brillante que deslumbra las mentes esclavas. Los nuevos delfines del poder convencen otra vez con pobres argumentos maquillados por unos medios que le ahorran a un pueblo miserablemente feliz el trabajo de pensar, esto ha sido así antes de Uribe como durante Uribe y no parece variar en nada en el futuro cercano.


Para reinar en esta república sólo hay que tener un enemigo, sólo hay que convencer a la turba de que los enemigos de la monarquía lo son del reino para que aquella proteja con sus harapos los ropajes y joyas reales.

Todo cambia para seguir igual y como lo advirtió Bolívar hace 185 años, es nuestro pueblo quien se ha encargado de arrastrar tras de sí la tiranía.


El Ubérrimo a regañadientes se va, pero se quiere quedar, ahora que si no se queda en otro cuerpo no importa, al fin y al cabo la diferencia entre los candidatos a la presidencia sólo es de estilo, todos tienen bien claro que lo único intocable es el modelo. Es triste llegar al punto en que la gente (aun inconscientemente) deba escoger quién va a ser su verdugo, claro que a estas alturas de los hechos la pelea no es por avanzar en las conquistas sociales, es porque las sigan acabando, pero que no maten al que se salga de la fila… que bajo ha llegado esta sociedad.