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A MERCEDES

por Germán Ávila
Haydé Mercedes Sosa, llegó para cantarle a Nuestra América en San Miguel de Tucumán un 9 de Julio de 1935; la potencia de su voz resumió los gritos de dolor de los pobres de su patria grande durante generaciones; ayer se fue, ayer se nos fue.



Vivió como tantos las dictaduras de Cono Sur y las combatió empuñando una guitarra aprovisionada de esperanza, pero en ese entonces como ahora los enemigos de la vida fueron sus enemigos y por eso también cargó con “El Equipaje del Destierro”, llevó su mensaje al mundo entero convirtiéndose en un patrimonio para la humanidad, Mercedes Sosa dejó hace años de ser producto exclusivo de densos contertulios de cerrados y estratosféricos ambientes intelectuales para ser y hacer parte de la gente misma de este continente, llegó hasta el camino polvoriento, la calle empedrada, el desecho y el camino de herradura; en cualquier parte se encuentra quien la cante, sus notas repican aún donde haya resistencia, no importando que muchos de los que le dieron sus vítores y alabanzas hoy se hallen acomodados en la orilla hacia donde lanzaban sus piedras hace 20 años y que ahora consideren que la pelea por la vida y la esperanza de justicia era parte de una moda que como la bota campana y las gafas grandes ya se fue, aunque se recuerda con nostalgia.


El nombre de Mercedes Sosa está tejido con las mismas fibras y en la misma manta, en el mismo capisayo que los grandes del continente: Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Gabriela Mistral o Alfonsina Storni, Oswaldo Guayasamín, Pablo Neruda, Víctor Jara o Alí Primera; a esos nombres está ligado el de La Negra, aunque ahora nuestra prensa en medio de su absoluta estupidez la ponga en su mejor momento cuando cantó con Shakira: cantaron la Maza, aún me pregunto si entendería lo que cantaba.



ATAHUALPA YUPANQUI Y MERCEDES SOSA EN LA OBRA DE GUAYASAMÍN

Las noticias hablan de la muerte de una luchadora, pero lo que no dicen es porqué luchaba, eso no conviene decirlo; la perdió su Argentina que tanto amaba, la perdió la América que tanto la ama, la perdimos aquellos a quienes el sólo saber que estaba viva nos alegraba, a quienes parábamos donde fuera al oír mencionar su nombre o al verla en televisión o prensa, nos dolió saberla enferma la semana que culminó con su deceso, desde el miércoles 30 de septiembre estaba internada y el viernes le aplicaron la extremaunción de acuerdo a su voluntad; hoy nos duele saber que su presencia física nos dejó; pero lo que más nos dejó se fue su legado, la moral en la pelea, a los que aun marchan hoy contra los mismos tiranos de ayer que ya no posan de uniforme, pero que tienen tanta o más sangre en sus manos y su conciencia que los otros, a los que hoy repudian a los Videla, los Pinochet, los Gregorio Álvarez o los Uribe, a los que le siguen metiendo a la marcha, a los que llevan un fuego en la voz, con todos ellos está ahora mismo.

Para mí, escuchar la interpretación a capella de “Luna Tucumana” en voz de una mujer convencida de la lucha en la penumbra y el silencio, bajo ese cielo que se le come a uno el alma a mordiscos cuando extraña su casa, aunque ya no se acuerde bien donde queda ni cómo era; ese es uno de los episodios más hondos en mis recuerdos, esa noche la oscuridad absoluta me permitió ver cada nota de esa melodía y hoy la interpretación de Mercedes Sosa cuando la oigo me devuelve a ese momento. Ella es mi máquina del tiempo, ella es mi posibilidad de regresar.